El trabajo del traductor: ¿autonomía o relación de dependencia?

Como traductora, esta es una pregunta que me hice millones de veces mientras estaba en la Facultad y cuya respuesta tuve que definir cuando obtuve mi título. Quisiera exponer algunas ventajas y desventajas de ambas situaciones, como para que cada uno pueda llegar a sus propias conclusiones.

Autonomía

Ser traductor autónomo o, como se lo designa en el medio, “freelance”, es una elección interesante desde la perspectiva de la comodidad y la organización de los tiempos propios. Al no tener que concurrir a una oficina en un horario determinado, es posible trabajar tranquilo desde casa y decidir a qué hora trabajar o en qué condiciones. También tiene una gran ventaja en cuanto a las finanzas: una vez posicionados en el mercado, la oferta de trabajo nos permitirá ganar una suma mensual que muy probablemente exceda el salario fijo que nos pueda ofrecer una empresa.
No obstante, la independencia tiene su precio. Cuando la cantidad de trabajo es mucha y “tentadora”, es difícil saber ponerse límites y decidir, por ejemplo, descansar en vez de trabajar un fin de semana. Tampoco debemos olvidar que pueden surgir inconvenientes en cuanto a las cobranzas, ya que es el traductor quien debe organizarse para determinar cuánto ha trabajado y cómo recibir el dinero correspondiente.
Y, finalmente, una de las cuestiones esenciales en este tema es el aspecto social. Trabajar solo en casa puede ser muy productivo por estar tranquilos, pero no nos olvidemos que la vinculación grupal nos nutre y nos enriquece.

Relación de dependencia

En cuanto al trabajo en relación de dependencia, no hay dudas de que su principal ventaja es la seguridad, tanto en la fuente de trabajo como en el simple hecho de contar con una cantidad de dinero fija en una cuenta bancaria, todos los meses y sin mayores preocupaciones. Asimismo, algunas personas consideran positivo el hecho de tener estructuras horarias y de poder desligarse de la responsabilidad laboral cuando se cumple su horario. Otro beneficio innegable de la relación de dependencia es poder trabajar “en blanco”: contar con una obra social y realizar aportes, entre otros.
Sin embargo, esta metodología de trabajo también nos quita cierta libertad en cuanto a la posibilidad de tomar determinadas decisiones y, por lo tanto, nos limita. En determinados contextos laborales es difícil crecer, ya sea en lo que respecta al salario como en cuanto al desarrollo profesional. Además, tener un horario fijo nos presenta ciertas dificultades a la hora de resolver situaciones personales, como trámites o simplemente dormir una siesta después de almorzar.
Retomando el aspecto de la vinculación social, desde mi perspectiva esta es la gran ventaja de trabajar en relación de dependencia. El trabajo grupal es absolutamente gratificante, nos permite aprender y, a su vez, transmitir nuestros conocimientos. Esta mecánica de trabajo nos aleja del aislamiento, un vicio lamentablemente común en nuestra profesión.

¿Qué camino elegir?

¿Cómo decidirnos? Y… eso se definirá en virtud de muchos factores: nuestra edad, nuestra situación económica, nuestra seguridad en nosotros mismos, el mercado de la traducción en el lugar donde vivimos, la orientación que queramos dar a nuestra carrera, nuestros objetivos y, fundamentalmente, nuestra propia voluntad.