Los subtítulos y la ley mordaza

Cualquiera que haya visto alguna serie o película en línea (o descargada de la red) sabe muy bien que si el contenido está en un idioma que no manejamos, quedamos frente a tres opciones bien claras. Aprender el idioma en cuestión, como primera medida, puede resultar útil y hasta enriquecedor a largo plazo, pero a todas luces es poco práctico si nuestra intención es consumir el producto en el momento. En segundo lugar, hallar una versión doblada a nuestro idioma, o a un idioma que manejemos, podría funcionar. Pero hay una realidad que condiciona de lleno la posibilidad de tener éxito en este sentido. Como ya se dijo en entradas anteriores, el doblaje puede llegar a ser hasta quince veces más costoso que el subtitulado, la opción más factible en lo que a comprender contenidos extranjeros se refiere.

Si el surgimiento del formato DVD redundó en un aumento considerable del subtitulado de series, películas y documentales (ya que no solo empezó a subtitularse los estrenos en ese formato sino también las reediciones digitalizadas), tanto la combinación de las conexiones de banda ancha y los formatos de compresión audiovisual como la posibilidad de transmitir contenidos directamente desde la red (sin necesidad de descargar el material) significaron un empujón sin precedentes para el campo del subtitulado.

Sucede que entre las tantas cosas que introdujo la conexión a internet de banda ancha, está el acceso cuasi irrestricto a contenidos que otrora resultaban inalcanzables para el usuario común. Este aumento explosivo de la oferta de material disponible vino acompañado de diferentes esfuerzos de localización que se caracterizaron por no contar con la venia de los productores de dicho contenido.

Esto no es ni excepcional ni dominio exclusivo del campo audiovisual. En lo que a internet se refiere, existe algo llamado UGC (contenido generado por los usuarios, en su traducción al español), y la abundancia de subtítulos alojados en diversos sitios encaja perfectamente en esta definición. Resulta que, técnicamente, las traducciones son realizadas por los mismos usuarios, pero el material original —los guiones— está protegido por las leyes de Copyright. Esto dio lugar a numerosos conflictos por la proliferación de traducciones no autorizadas. Y como dar con el autor de estas traducciones puede ser una tarea de proporciones descomunales, la justicia, como en tantas otras ocasiones, puso la mira en los administradores de estos repositorios.

Así fue que en España se promulgó la Ley Orgánica de seguridad ciudadana, más conocida como la Ley Mordaza, normativa tildada de mecanismo de censura por diversos organismos dedicados a la libertad de expresión. Lo que concierne a los responsables del sitio subtitulos.es, en concreto, es el artículo 270 de la ley, donde se estipulan penas de prisión efectiva para quien “reproduzca, plagie, distribuya, comunique públicamente o de cualquier otro modo explote económicamente, en todo o en parte, una obra o prestación literaria, artística o científica, o su transformación, interpretación o ejecución  artística fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin la autorización de los titulares de los correspondientes derechos de propiedad intelectual o de sus cesionarios”.

Lo que es seguro, es que subtitulos.es no será la única página alcanzada por esta nueva medida. Y en cualquier caso, quienes no quieran esperar al doblaje, tendrán que ejercitar la paciencia o aprender el idioma de sus películas y series favoritas.