Pasos para organizar el proceso de traducción (parte II)

Si estás leyendo este artículo y no viste la primera parte, te recomiendo que vayas a Pasos para organizar el proceso de traducción (parte I). Ahora, si ya la leíste, entonces acá sigo con una serie de consejos para ayudarte a organizar el proceso de traducción.

  1. A menos que estemos seguros de que la intención del autor fue escribir alguna parte del texto de un modo irónico o «raro» a propósito, no traducir en piloto automático, es decir, no copiemos la primera traducción que encontramos en un diccionario bilingüe cuando, claramente, vemos que no encaja en el contexto.
  2. No olvidemos que nuestro texto debe ser coherente de principio a fin; usemos, entonces, elementos de cohesión para lograr que las oraciones, los párrafos y todo nuestro texto tengan sentido.
  3. Utilicemos la posibilidad de jugar con las estructuras. Sabemos que desde el punto de vista de lo léxico, no hay tanto margen de maniobra, pero definitivamente sí lo tenemos a nivel estructural y sintáctico: es buena idea buscar naturalidad cambiando las categorías de las palabras (adjetivos a sustantivos, verbos a sustantivos, por ejemplo), unificar conceptos similares que quizás estén separados, dar vuelta oraciones…
  4. Tiempos de revisión: no dedicar el 100% del tiempo disponible solamente a traducir. Sin una buena revisión, por más bien que traduzcamos, es imposible obtener una traducción de calidad.
  5. No sustituir un término por una explicación. Si nos encontramos en un campo técnico o científico que requiere del uso de tecnicismos, eso es lo que debemos utilizar, no una explicación del significado del término. En ese caso, lo que estaríamos haciendo sería no solamente expandir el texto, sino bajar el registro. Si un texto es técnico, ese es el tenor que debe tener. Del mismo modo, si nos encontramos frente a un texto general, no sucumbamos a la tentación de aplicar tecnicismos (por mucho que sepamos del tema) cuando es claro que nuestro target no es un público experto, sino con un nivel intermedio o básico de conocimiento del campo.
  6. Apoyarse en el contexto: quizás haya nociones que queden «perdidas» dentro de un texto debido a un problema de redacción en el original. Si nosotros logramos entender a qué se refiere ese párrafo en particular porque utilizamos el contexto de guía, aclaremos un poco. Recordemos que nuestra función es actuar de nexo para facilitar la comunicación entre dos culturas, empresas, personas, etc.
  7. Corregir los errores fácticos que detectemos: es muy común encontrarnos con inconsistencias en los nombres, años, versiones o referencias que podemos identificar como erróneas (de nuevo, nos ayuda el contexto). Ya sabemos que quien escribió el texto es un ser humano como cualquier otro y puede equivocarse. Entonces, no repliquemos ese error en nuestra traducción.
  8. Trabajar con un colchón de tiempo entre que terminamos la traducción y la entregamos, que nos permita volver a revisar el texto con una nueva perspectiva y así poder estar más despejados para corregirlo y/o mejorarlo.

Por último, si bien el concepto de la “traducción perfecta” no existe, sí es necesario que permanezcamos invisibles dentro del texto. La terminología empleada, la sintaxis y la naturalidad del texto tienen que fluir como si no hubiese existido proceso de traducción alguno, como si lo que tradujimos se hubiese escrito directamente en la lengua meta.