¿Por qué no nos entendemos?

En la entrada anterior, dijimos que no siempre es necesario hablar el mismo idioma para poder comunicarnos. Eso me llevó a pensar en todas las veces que, aun hablando la misma lengua, no logramos entendernos. Es algo más común de lo que parece, pero ¿por qué sucede?

Cada lengua varía según el lugar en el que vive el hablante (dialecto), su edad (cronolecto), y su grupo social y nivel de educación (sociolecto). Por eso, aunque hablemos el mismo idioma, muchas veces existen diferencias en el vocabulario, la entonación o la pronunciación. Todo esto puede dificultar la comunicación aun entre personas de la misma ciudad o de la misma edad. Tengo amigos que viven en el mismo país que yo, pero en una provincia diferente, y más de una vez tuve que pedir que me explicaran un chiste, un comentario o una simple palabra. Imagínense, entonces, lo que puede pasar cuando hablamos con alguien de otro país.

También está el caso de los profesionales y sus clientes o pacientes, por ejemplo, los médicos. Es probable que, si un paciente escucha una conversación de un grupo de médicos, se pierda mucha información; ya que los profesionales usan términos y expresiones (es decir, jerga médica) que el paciente no comprende. Cuando uno de esos médicos se acerque al paciente a explicarle qué es lo que ocurre con su salud, deberá hacerlo con un vocabulario mucho más simple y didáctico. Lo mismo pasaría si un paciente tratara de leer un artículo de investigación publicado en una revista especializada en cardiología: quizá llegue a entender algunos puntos, pero le resultará difícil comprenderlo en su totalidad. Por eso, existen los artículos de divulgación, que usan lenguaje y estructuras mucho más simples para facilitar la comprensión y la lectura.

Otro problema por el que a veces no nos entendemos son las faltas de ortografía. Hoy en día, escribimos correos electrónicos, chateamos y publicamos estados en nuestras redes sociales todo el tiempo. Al ser todo tan rápido, solemos no prestarle tanta atención a la ortografía, y eso puede provocar malentendidos. Y aunque, para evitarlo, nos comuniquemos mediante emojis (un lenguaje casi universal en esta época), hay que tener en cuenta que estas imágenes no se ven igual en todos los dispositivos, y que no todas las personas los interpretan de la misma manera.

Podríamos enumerar miles de ejemplos, pero creo que estos alcanzan para demostrar que hablar el mismo idioma no siempre garantiza que se entienda el mensaje. Para lograr una buena comunicación, debemos tener en cuenta a nuestra audiencia. Por eso, a la hora de encargar una traducción, es importante saber a quién va dirigida y contar con profesionales de la lengua que tengan las herramientas para comprender correctamente el significado del mensaje y redactar un texto que respete los parámetros del idioma de llegada.