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Ser fiel o no ser fiel: esa es la cuestión

Antes de la firma de una traducción pública o jurada, hay que escribir lo siguiente:

ES TRADUCCIÓN FIEL del documento original que he tenido ante mí y al cual me remito.

Sin este formalismo, la traducción no reviste el carácter de pública o jurada. Si bien podría llegar a entender la razón de la fórmula sacramental como criterio unificador de trámites administrativos, no es tan claro el uso de un adjetivo calificativo para personas («fiel») con un objeto inanimado: la traducción. Yo, sin lugar a dudas, soy fiel. Pero el papel escrito que firmo… es una traducción correcta, completa, ajustada al original, etc.

Sobre este punto, hoy veremos la historia de pioneras de la traducción/interpretación, mujeres que debieron insertarse en un terreno de hombres y que sufrieron fuertes críticas en su momento. Lo importante hoy es que estas vanguardistas han dejado obras magníficas, que son un ejemplo de vocación.

La Malinche, la primera intérprete de América

Ya hemos escrito en este blog un interesante artículo sobre esta brillante mujer, hija de un cacique azteca, y amante de Hernán Cortés, conquistador español del Imperio Azteca en el siglo XVI. De más está describir aquí el comprometido rol de intérprete que cumplía esta mujer en una página de la historia que cambió el rumbo de su pueblo natal y el de América. En este contexto, ya había leyes que regulaban la labor de los numerosos intérpretes indígenas, principalmente, que trabajaban para los conquistadores: las 29 leyes promulgadas entre 1529 y 1680 daban mayor importancia a la fidelidad de los traductores e intérpretes a la Corona Española que a sus conocimientos lingüísticos.
Los invito a leer este artículo del blog: La Malinche, la primera intérprete de América.

Mary Sidney Herbert, ilustre traductora

Durante la Edad Media y el Renacimiento, en Europa la traducción fue uno de los pocos trabajos socialmente aceptados para una mujer. La sociedad inglesa autorizaba a las mujeres a traducir solo textos religiosos. En este contexto, se dedicó a la traducción Mary Sidney Herbert, condesa de Pembroke y hermana de Phillip Sidney, notable escritor que importó el soneto a la literatura inglesa. Sus traducciones se han reconocido como de alta excelencia estilística, dado que en esta época la mayoría de las traducciones de mujeres eran muy literales a fin de no traicionar el sentido del documento original. La imagen de este artículo es su retrato.